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viernes, 18 de octubre de 2013

Recital de Poesía Erótica

Cinta métrica

Por el contorno de mi cuerpo
una cinta
dejada caer desde los labios hasta el suelo
no hay exactitud en la medida
el cuerpo no se mide con una cinta
pero la cinta se zarandea por el escorzo
y un tentar del plástico frío
hace suspirar al cuerpo encogido.

Cuerpo que poco a poco se levanta
como el crecer de un olivito
a la cintura la cinta no le llegan los números
da igual en que medida lo pongamos
una cinta no mide el tacto de mi pecho
la cinta sale perdiendo
no se puede comparar el cuerpo
a las matemáticas
como va a compararse el palmear de mi nalga
a un trozo de plástico que recorre ahora un muslo
y el color de ese muslo lo recorre un numero
51
5 son mis dedos
1 es cuerpo
0 es todo lo que tengo si no puedo recorrerlo





La casa

De una espalda y corrientes verdes
de la tramontana, una cadena de clavícula draconiana
dejada caer sobre un montoncillo de avena
como si aquello fuese una playa.

Tus muslos con cierto bello rubio que me recordaba a nuestro origen primate y también a la visión de un campo de trigo. Y es que en esta cocina los dorados y los verdes se mezclan en la suavidad de un vientre que se colma con un aliento húmedo  de pozo recién encalado.

Teníamos el cuerpo tostado en el se escondían algunas horas del verano que ya terminaba, en aquel huerto a la vera de la playa, todo era un constante estar a la sombra mirando al sol.
 El vapor de la cebolla y el tomillo impregnaban la casa, aguando los paladares de unos rostros morenos y brillantes que; basculaban entre la intimidad de una tenue habitación y el parloteo de sillas en las terrazas a pie de playa.
Yo estaba enfrascada con las patatas porque no te tenía a tí a mano para caldearnos.
Tú cuerpo de jugar había pensado algo, otra cosa menos inocente.
Algún fregadero de risa encendida de esas que espumean hasta la más vacía cacerola.
Con el ajo tostado de tus ojos, como raja de luz, captó la desnudez de dos cuerpos enrredaitos con alevosía de palabras.

Me dejaste de repente y ese era el juego, y sola seguí enfrascada en las patatas y tu por un momento me acariciaste el muslo, me mimaste con la mirada y arrullaste mi cocina con verdades agradables





Flores de arena





Un parloteo de manos se abre paso en mi cuerpo
tamborileando hormiguea la arena
el mismo lenguaje que oye tu oído
saboreando el lóbulo que me escucha.

Humedecen las carnes
suspiros en los muslos y una pícara risa
que danza al acariciarnos por los suelos
en la estera escondite de olivas mojadas
que se beben a base de un rozar manso
los vaporosos cuerpos como dos flores de arena
vuelan de tacto sin rumbo
y la arena caliente
me quema

sobre tu desnudo.

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